El punto de partida de este proyecto es la consideración del concepto de caja negra como máquina filosófica. La caja negra no solo es un instrumento de registro de señales de vuelo que ayudan a determinar las causas de un incidente fatal. Desde los primeros usos de este dispositivo en la aviación civil a mediados del siglo XX, y por su protagonismo en escenarios catastróficos, la caja negra ha funcionado culturalmente como metáfora de la memoria encriptada, testimonio persistente, indestructible y concentrado, de lo destruido.
Pero la caja negra o flight recorder coincide igualmente en su historia con otros desarrollos: como el de las tecnologías de encriptado, ubicuas hoy día en cualquier transmisión/transacción; o el de la maquinaria de proyección de cine y video que prolifera, en forma de black box, como tipología del espacio de exposición en la esfera del arte contemporáneo global; o también la caja escénica vacía, grado cero del espacio dramático tras el desmontaje del aparato teatral clásico. En este sentido la caja negra es, más que una mera infraestructura espectacular, un lugar de apariciones donde la negrura sirve de plataforma de tránsito para que emerja lo inesperado, lo que no puede manifestarse en el mundo obvio. El cubo negro sería así la estratagema espacial con la que nos hacemos susceptibles, nos exponemos, a cierto tipo de aparición.
A la vez cápsula alucinatoria y depósito de seguridad de lo ocurrido, la caja negra es grabadora de señales comprometedoras y de vuelos mentales. Recurso y resto después de la catástrofe, la caja negra es signo de una extraña sobrevivencia, una escritura; suscita, así, una forma contemporánea de la botella al mar. La “caja b” de la realidad, materia históricamente oscura, caja de ahorros del trauma, urna para votos y cenizas. Lugar de tránsito de la amnesia o de contrabando del recuerdo, cofre calcinado de pruebas y de huellas. Cuando la civilización actual colapse, habrá que buscar las cajas negras.
En su formato de conferencia-performance dentro del programa KATHARSIS en el Teatre Lliure, Antropologías de la caja negra toma el espacio escénico como sitio de resonancia, collage y colisión. El relato, compuesto de elementos verbales, visuales, tácitles y sonoros, atraviesa la obra de artistas y escritorxs de nuestros días como Victor Costales, Amie Siegel, Sara Nadal-Melsió, Gaika, Paloma Polo y Carlos Casas, entre otros, de cuya obra se presentan análisis, materiales inéditos y contribuciones específicas. Por otro lado aparece un artefacto wearable llamado B·LACKASHA, una lámpara brutalista que permite a sus portadores conectarse por unos minutos al retorno de lo reprimido y convertir su cabeza en fuente de luz negra. Este accesorio doméstico, más perspicaz que smart, engañosamente tosco, constituye igualmente un primitivo instrumento de registro para nuestra investigación colectiva.